Fuerzas Armadas
Javier Ibarrola
El gobierno de Felipe Calderón tiene que decidirse por uno de los dos únicos caminos que le quedan: acabar con la violencia o acabar con el cultivo.
La fotografía que publicó Milenio el lunes pasado, que nuestra al secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván, pasando apesadumbrado frente a los deudos de los nueve militares ejecutados en Guerrero, no fue sólo una instantánea afortunada, periodísticamente hablando, sino la muestra más acabada de lo que ocurre hoy en el Ejército.
Al día siguiente de la ceremonia luctuosa de cuerpo presente de ocho de los nueve militares decapitados, acudí a la Secretaría de la Defensa Nacional para tratar de indagar qué había sucedido realmente en Guerrero.
En las oficinas y pasillos del enorme edificio de Lomas de Sotelo sólo se observaban caras largas. Se habían cancelado los convivios tradicionales navideños y todo mundo se empeñaba en su trabajo.
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