¿Recuerdan aquella aciaga mañana del 1 de enero del 94?
Los mexicanos, aún en la resaca de la celebración de la noche de fin de año, asistíamos sorprendidos a la irrupción violenta de un nuevo grupo armado; era el EZLN que con las tomas de varios municipios de Los Altos de Chiapas, asaltando y tomando incluso el cuartel del Ejército Mexicano en San Cristóbal de las Casas, hacía añicos el sueño salinista del “primer mundo” y nos recordaba que injusticia, marginación y discriminación a los indígenas, “los originales de esta tierra”, seguían siendo lacerante y vergonzoso pendiente nacional.
El flamante logro del Tratado de Libre Comercio se veía abollado y al mando de este grupo de milicianos que reivindicaban la causa indígena, inspirados en la histórica lucha zapatista por la tierra y la libertad, apareció una figura que de inmediato llamó la atención: el subcomandante Marcos.
Aunque se trataba de una guerrilla eminentemente indígena, este mestizo se perfilaba como el principal líder y el cerebro de la primera insurgencia que logró tomar una instalación militar y varios municipios, algo que nunca habían logrado las guerrillas mexicanas que irrumpieron en la escena nacional en los 60, tras el frustrado asalto al Cuartel Madera en la década el 27 de julio de 1965.
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