Rainer Enrique Hamel
El 19 de diciembre de 2008 apareció en La Jornada una inserción pagada, organizada por Alejandro Frank y Olivia Gall, que acusa de antisemitismo a Alfredo Jalife-Rahme, autor de la columna Bajo la Lupa. Abraham Nuncio identifica a los 500 firmantes como “un grupo de la comunidad judía” (La Jornada, 26/12/08), aunque aparezcan también muchas firmas de no judíos.
El tema del antisemitismo y los usos políticos de su denuncia resultan de crucial relevancia política de largo plazo. Interesan dos postulados, uno de la organización y otro del contenido del desplegado: 1) se puede separar el antisemitismo y su denuncia de cualquier contexto político; 2) la identificación de las redes financieras y políticas ligadas a Israel, y de ciertos actores políticos como judíos, constituye en sí antisemitismo (Gall, La Jornada, 26/12/08).
1) La inserción pretende separar la acusación de todo contexto político –solamente estamos en contra del antisemitismo de ese señor, y esto no tiene nada que ver con Israel, que también criticamos– para concertar así un amplio frente de adherentes. Como sabemos, esto es imposible. La falaz pretensión de neutralidad crea precisamente un efecto político encubierto. Se dirige contra un crítico del imperialismo, de Israel y de las redes sionistas, sin atacarlo directamente por lo que escribe sino por cómo lo escribe, ataque que usa estrategias discursivas clásicas para destruir por contagio de forma el contenido del mensaje, a su enunciador, su credibilidad o sus fuentes. Basada en 500 firmas, de las cuales 82 pertenecen a “personalidades con prestigio público”, la inserción pagada ejerce una brutal presión contra Jalife-Rahme para acallar su voz crítica. Me consta que, haciendo uso del desplegado, hubo presiones para que La Jornada lo despidiera. La inserción pagada se alinea así, objetivamente, con las campañas de la derecha para acallar las voces críticas del statu quo, más allá de la buena fe de muchos firmantes.
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