“¿Cómo hemos llegado a esta barbarie?”, preguntó de manera pública Felipe Calderón en relación a la penetración del narcotráfico en la sociedad y en el gobierno. Es una pregunta que también nos hacemos muchos mexicanos cuando vemos el nivel de violencia y sadismo que caracteriza la guerra del narco. Es una pregunta que necesita una respuesta.
Cada vez está más claro el perfil del “bárbaro” que ha puesto en jaque al país, ha masificado los niveles de inseguridad, ha despertado la sed de venganza colectiva bajo la demanda de la “pena de muerte” y nos ha colocado a nivel de “Estados fallidos” de Medio Oriente o África. ¿Acaso las imágenes de los “tapados” de Monterrey, de la narcointifada de la semana pasada, no parecían tomadas en las calles de Pakistán o Afganistán?
El secretario de seguridad de Nuevo León los descubrió: “son jóvenes lumpen de las colonias marginadas de Monterrey”. En efecto, el promedio de edad de la mayor parte de los 20 mil muertos que reporta la guerra inútil contra el narcotráfico en los últimos ocho años tiene entre 19 y 35 años de edad. Son jóvenes nacidos entre 1975 y 1990, cuando el país dejó de crecer, de generar empleos, de garantizar salarios remuneradores, de invertir en educación y en salud como políticas de Estado, para convertirlas en políticas asistencialistas o de filantropía social.
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