Carlos Fernández-Vega, La Jornada
Con la economía estadunidense reventada y echando chispas por todas partes, y la mexicana al borde del naufragio, el secretario calderonista de Economía muy orondo aseguraba, a comienzos de octubre pasado, que resultaba ocioso tomar medidas extraordinarias, porque sería anticiparnos a algo que todavía no pasa. Seis días después de su magistral declaración, el peso mexicano se devaluó, el país vecino se hundió por completo, y el ocio gubernamental se tradujo en una precipitada estrategia mediática para asegurar que aquí no pasa nada, mientras la población recibía la metralla.
Pues bien, a pesar de la reticencia gubernamental de reconocer el impacto real de la crisis en la economía mexicana, aquel orondo secretario de Economía ahora tímidamente estima, desde París, que de 250 mil a 300 mil empleos formales se irían al caño en este ocioso 2009, una estimación que a todas luces resulta por demás estrecha si se confronta con la realidad y se recuerda que sólo en enero pasado 128 mil mexicanos que se empleaban en el sector formal de la economía nacional de la noche a la mañana pasaron a engrosar el ejército de reserva.
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