Felicidad colonial
Cañonazos de salva
¡Welcome, Hillary!
Julio Hernández López
El calderonismo está contento porque los gringos han decidido poner agentes y espías en la frontera con México y porque al fin parecerían decididos a tomar medidas en relación con su vecino fallido. A ningún país medianamente sensato le provocaría entusiasmo que a sus asuntos se asomen las bélicas narices del imperio en decadencia, mucho menos si a lo largo de su historia independiente ese país ha sufrido, de parte del otro, robos de territorio, invasiones sin justificación y ofensas altaneras. Pero el felipismo, a través de la voz de su canciller Patricia Espinosa, considera un gran triunfo que Washington esté desplegando fuerzas armadas (primero policías, luego se verá si también tropas) a lo largo de la línea común, como si el preocupante hecho hubiese sido intencionalmente buscado a lo largo de la inexplicable guerra torpe y sin sentido que Los Pinos ha declarado a los cárteles mexicanos del narcotráfico.
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