miércoles, 25 de marzo de 2009

La mañana soleada, la Plaza plena

La mañana soleada y la Plaza plena. Son las 11 de la mañana y ya no puedo pasar más allá del asta. Como pude logré colarme cerca de la reproducción de la Victoria Alada de la Independencia (no es un asexuado ángel, es la femenina victoria, no es el eclesial mensajero de un dios impuesto, es un símbolo grecolatino del triunfo del valor y la justicia).
El sol ya mellaba los ánimos pero no el del par de ancianos que estaba dos hileras delante de mí. Como si se tratara de una cómica incongruencia, él se tapaba con “La fuerza del sol”, el boletín del PRD que a últimas fechas, la gente nomás lo acepta para cubrirse de los inclementes rayos en las asambleas (no era el viejecito el único que portaba el singular sombrero)…¡que lamentable caso el del partido que 20 años atrás nació con la idea de darle voz al pueblo!, no supimos ser militantes, y las dirigencias no supieron estar a la altura de la Historia.
Y digo que “no supimos ser militantes” todos aquellos que en su momento nos registramos en el partido pero no pasamos de agitar el banderín en época electoral. Y para muestra lo que pasaba con la viejita: atrás de mí le gritaban insistentemente que bajara su sombrilla; no lo hacía porque era lo único que la tapaba del sol. Se me juzgará quisquillosa pero me pregunté “¿para qué quieren que la baje? ¿para ver a Andrés Manuel? ¡pero si no se trata de ver al ídolo, se trata de escuchar el mensaje del Presidente Legítimo, de pensar cómo le vamos hacer para llevar a cabo las acciones que va a plantear!” Sí, ya sé que el aprendizaje humano es 90% visual, pero ahí estaban las megapantallas (con nosotros todo es mega: megamarcha, megaplantón, megamovimiento, megacríticos, megainformados, megapatallas) para tal efecto.

Inicia sus palabras la primera oradora y me sorprende que sea Laura Esquivel. “¿quién es ella?”, le pregunta la señora de adelante a su amiga –Hay no sé tú, creo que es una actriz muy importante (largo espacio reflexivo)… es la que salió en Como agua para chocolate, le contesta al fin. Metiche como soy, le digo –No, es la autora. –Creo que estuvo casada con el Arau, tercia la primera mujer.

Espero que la asustadiza señora Loaeza tome nota aunque sea por puritita envidia y se decida a ser una “malportada niña bien”: ya le ganaron el aparador de la “Muñeca-del-pastel-intelectual-y-simpatizante-de-la-izquierda”. Otra fina señora bien que se dedica a escribir, se le adelantó y habló de “nuestro movimiento”, así, con todas sus letras, adscribiéndose por entero a él, situándose a la par que todos nosotros, los que la escuchábamos abajo del templete cubiertos de miles de sombreros, sombrillas y gorras, sedientos pero atentos. Y por cierto, mucho mejor escritora que ella, y por lo que se vió, más culta y menos miedosa.
Sus palabras fueron un bálsamo para los que después de la privatización de facto de Pemex, de las marrullerías electorales de los chuchos y de la crisis “que viene de fuera” (cada que oigo esa frase no puedo evitar pensar en la maestría alburera de Chava Flores; con esa canción donde dice “los inditos que traen la longaniza de fuera”), no hemos tenido ni ápice de buen talante político. Una vez más, el Presidente Legítimo hizo gala del extremo conocimiento que tiene de nuestra naturaleza; su sagacidad política y sensibilidad personal no tienen límites. Estoy convencida que esta asamblea fue diseñada para regresarnos el ánimo a los más roñosos y de negativismo fácil. Puedo decirles que hasta me sentí apenada por mi condición de cascarrabias de los últimos meses.
Pero no los distraigo con mis asuntos: Laura Esquivel dijo algunas cosas que retumbaron en el ánimo y corazones de todos alrededor. “La esperanza que ustedes inspiran no es un espejismo. Han venido aquí por una razón que va mas allá de los intereses personales, de los líderes y de los partidos”, ante esa frase uno no podía menos que sentir “Responsabilidad” y dejarse las flaquezas para otro día. Sabedora del efecto de sus palabras, enseguida enunció “toda verdadera revolución comienza y termina en nuestra palabra cumplida”. Algo importante iba a ser anunciado, y yo, con los antecedentes de una plática de café del viernes, no imaginaba siquiera que mis dudas iban a ser despejadas (o más bien “en-pejadas”) a lo largo de tooooda la Asamblea.
Continuó con su intervención la escritora y dio en un aspecto muy sentido por algunos de nosotros: “Lo que aquí se vive y se comparte, es Historia”, y citó los pasajes de la fundación de México-Tenochtitlan-Defectuoso-La Ciudad de la Esperanza (1325); La consumación de la independencia (1821); La restauración de la República (1860); el fin del porfirismo (1910) y culminó en 2006, con la toma de posesión del Presidente Legítimo, “que no fue por capricho sino porque la Nación lo demandaba”.

Quisiera detenerme en uno de los más significativos momentos de la jornada dominical: Laura Esquivel remató su alocución citando un fragmento del discurso atribuido a Tlacaélel, sobrino de Izcóatl, el visionario tlahtoani que soñó grande a su pueblo y logró algo hasta ese momento impensado: liberarlo del dominio tepaneca y convertirlo en el poderoso pueblo que fue. Nunca en la historia de las civilizaciones se ha registrado otra proeza como la de los mexica, quienes construyeron su imperio en menos de 150 años.
En 1325 los tepaneca de Azcapozalco eran el pueblo más poderoso de la Cuenca de Anáhuac; es a ellos a quienes los mexica piden permiso de habitar el islote que ahora es el primer cuadro de la Ciudad de la Esperanza. Emparentan con ellos buscando un beneficio político pero siempre son relegados, los tepanecas nomás los pelaban cuando requerían mercenarios que se apañaran por ellos a otros pueblos de la Cuenca.
Después de un largo tiempo de plegamiento total al orden tepaneca, demandan a Tezozómoc ayuda para construir un acueducto que lleve agua dulce de Chapultepec a Tenochtitlan. El tlahtoani, a quien no escapa la intención de los mexica de engrandecer su ciudad, les niega la ayuda (declaró que eran “inútiles obras populistas de relumbrón”… los golpes políticos a la Ciudad por parte de los que envidian su grandeza no son nuevos; a los tenochcas de ahora y de siempre ya nada los espanta). De este hecho debemos aprender que nunca es bueno el servilismo con los poderosos: no nos beneficia en nada ponernos de alfombra de los gringos, ni congraciarnos porque tienen un presidente negrito ni nada de esas paparruchas panistoides. La única solución es la de Castro, la de Chávez, la de Izcóatl.
Ya les empezaba a caer el veinte de esto a los mexica cuando la repentina muerte de Tezozómoc, el gran tlahtoani de Azcapozalco (por eso en esa delegación es tan recurrente su nombre: “deportivo Tezozómoc”, “metro Tezozómoc”, “todo Tezozómoc”;los chintolos siempre se han sentido orgullosos de su origen), desata los dimes y diretes por la sucesión. Al más puro estilo victorianohuertista, Maxtla se apodera de la silla (bueno, del petate) por la puerta de tetepuzcopantleme (osea, de trasbanderas) e intenta matar a Nezahualcóyotl –quien se la pasa a salto de mata como sus descendientes los líderes de Atenco, hasta el establecimiento de la Excan Tlahtoloyan o Triple Alianza-, sucesor legítimo al trono (bueno, al petate) del señorío tepaneca. No contento con eso, Maxtla manda matar a Chimalpopoca, tlahtoani de Tenochtitlan, por el hecho de ser nieto de Tezozómoc.
Eso ya les colma el plato a los mexica, y al ser entronizado (bueno, empetatizado) Izcóatl, hay dos bandos: el panista que alega la debilidad para justificar la pereza que tienen de emprender la titánica búsqueda de la libertad y la dignidad, y el obradorista, que ya no soporta la ignominia y no quiere seguir siendo objeto de certificaciones antinarco, planes miérdida ni telecés.
Izcóatl abandera a este grupo y se auxilia de su valeroso sobrino Tlacaélel, gran estratega político, gran orador y quien siempre encabezó las acciones ordenadas por su tío. Mucho se ha discutido al respecto del verdadero papel de este personaje, y no son pocos los que coinciden en señalarlo como el poder detrás del trono.
Dentro de las acciones de la dupla, la más importante sin lugar a dudas, es el establecimiento del “destino manifiesto” de la nación mexica. Son ellos quienes forjan la nueva autoconcepción de un pueblo acostumbrado a ser mercenario, a venderse para sobrevivir, ahora son ellos los que tienen una alta misión que desempeñar en el orden del Universo. Son ellos los depositarios de la voluntad de los dioses.
Mientras Laura Esquivel parafraseaba a Tlacaélel sentí como si me leyera la mente: ¡cómo quisiera ver en el mexicano de ahora el orgullo de serlo!, cómo quisiera ver un mexicano alegre y conciente de que somos parte importante del planeta tierra, no nada más una masa informe habitando un territorio que de tan bonito, pos mejor se lo vendemos a los gringos y gachupines, porque pos no lo merecemos. A cada plática ocasional, a cada comentario en los medios o en la calle, siempre sale a relucir el poco aprecio que tenemos por nuestra identidad nacional. “¿a poco un mexicano pudo hacer eso?”, “está re chafamex esto que compré”, “es el (ponga usted aquí el nombre de alguien destacado internacionalmente) de petatiux”, “¡no manches! Estás re pinche indio”, “y como buen mexicano, me la rifé a lo gorras”; o andan por las calles con sus chamarras de la bandera gringa, o con sus playeras del Real Madrid y el Barça; o con calcomanías de banderas extranjeras en sus carros...o votan por el PAN porque “ni modo que vote por los pinches perredistas nacos” ¿hasta cuándo va a terminar eso? ¿hasta cuándo? ¿HASTA CUÁNDO? Te pregunto a ti, mexicano obradorista, porque eres el abanderado de la esperanza; no es elogio, te estoy responsabilizando: eres el abanderado de la esperanza.


Ya me colgué, así que cerraré mi perorata con la charla de café que les contaba. El viernes platicaba con una amiga de otra trinchera y le confesaba mi sensación de estancamiento en la Resistencia Civil y para colmo, ahora con el lastre electoral que -a mi modo de ver y que me disculpe el presidente por disentir de su postura-, no hace más que reafirmar la convicción de que somos muñequitos de hojalata a los cuales se nos da cuerda cada tres años y vamos a refrendar nuestra condición de súbditos. Ahora que ya el perreducho se comió al PRD, todos creen que la panacea está en PT y Convergencia ¿cuánto nos va a durar esa ilusión? ¿18 años como el sol azteca? ¿o menos?.
Mi amiga dijo que el problema de nosotros era que éramos un movimiento surgido de lo electoral y volcado a la movilización social, mientras que en América Latina, los movimientos sociales, después de largos años de lucha, llegaron a un punto de madurez donde confluyeron con estructuras electorales afines y así han sacado a sus países del atolladero.
Tiene razón y el Presidente le dio la razón aunque con otras palabras, más acordes con su discurso político: en 2006 faltó organización y las Casas del Movimiento servirán para formar cuadros. ¡FORMAR CUADROS! Que alegría me dieron sus palabras; el término alude directamente a los movimientos de base social, a la tradición de los pueblos en resistencia, a las diferentes ideologías de izquierda. No dijo “organización civil”, “vigilancia ciudadana”, “ciudadanización de las instituciones”, ni ninguno de esos terminajos profilácticos con los cuales los politiquillos -magnánimos como siempre-, le “conceden” a la población el derecho de tomar parte del poder, pero poquito, tantitito, dentro del aséptico marco de la “participación ciudadana”. Arreciaba el calor y después de todos los ignominiosos datos económicos que nos dio Monreal, al estar hablando el Presidente, una sola frase se quedó en mi revitalizado ánimo….formación de cuadros…formación de cuadros.