Acentos
Ricardo Monreal Ávila
Frente a la ola de rescates bancarios que está teniendo lugar en la mayor parte de los países desarrollados —Estados Unidos a la cabeza—, y ante el cúmulo de recursos fiscales, déficits públicos y hoyos negros presupuestales que estos salvamentos implican, una pregunta empieza a tener cada vez más sentido: ¿qué es más sano para la economía, las finanzas públicas y la recuperación del crecimiento de un país: rescatar o nacionalizar bancos?
No es una cuestión de valoración ideológica o de posicionamientos políticos (que por supuesto ambas dimensiones están en el origen de un rescate o de una nacionalización), sino una implicación más práctica y mundana. En términos de pesos y centavos, ¿qué resulta más costoso para un país como Estados Unidos, destinar el 12% del PIB a un programa de rescate privado que genera más deuda y déficit público, o invertir una tercera parte de esa cifra en comprar y sanear bancos con la participación del sector público? ¿Qué resulta más eficaz en términos de volver a crecer: que un gobierno comprometa durante una década o más el 40% de su presupuesto anual para pagar los pasivos privados de un rescate, o disponer de 40% o más de recursos frescos para invertir en los activos públicos del país, como son carreteras, puertos, escuelas y hospitales? ¿Qué resulta más oneroso para una sociedad: premiar la ineficacia y las malas decisiones de un sistema bancario que en lugar de autorregularse se autodesestabilizó, o castigar a dos generaciones de ciudadanos con menos servicios públicos o con una mala prestación de los actualmente existentes, incluido el servicio de la seguridad pública?
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