Crucifixiones
Los Mochis, un caso
México, sin Sábado de Gloria
Julio Hernández López
Los mexicanos viven martirios cotidianos. No sólo a causa de los problemas económicos o la crónica infuncionalidad del vigente sistema de gobierno. A partir de diciembre de 2006, apenas unos días después de que Felipe Calderón tomó el poder formal y declaró una desquiciada "guerra" contra el narcotráfico, los habitantes de este país entraron en una espiral de violencia institucional, agravios a los derechos humanos y ofensas diarias al presunto "estado de derecho". De golpe (ha sido, política y socialmente, un Golpe) los mexicanos vieron multiplicados los retenes en las carreteras y los operativos en zonas habitacionales, en una inocultable ruptura de los mecanismos de cierto control que sobre el actuar de los soldados se tenía en el esquema de mando "civil". Felipe Calderón se entregó al poder verde olivo y entregó el país a prácticas que diariamente arrojan saldos de muertes que simplemente son adjudicadas al expediente del "crimen organizado", sin que haya leyes y procedimientos que permitan investigar hechos y determinar responsabilidades.
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