Ayer decía que cuando la educación, como salta a la vista, es lo que podría, quizá, salvar a los mexicanos de un futuro de ignominia para la inmensa mayoría, la apátrida usurpación la baja aún más de nivel para impedir que los mexicanos nos podamos sacudir el yugo impuesto, pero aceptado, de ser solamente y para siempre el patio trasero del imperio vecino. Imperio, el gringo, destinado a acabar, como han acabado todos los imperios que le precedieron en el mundo, destruido desde dentro por la podredumbre que se carga a cuestas como maldición inseparable de la decisión, inaceptable, de ejercer el poder como dueño absoluto del mundo.
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