SARA LOVERA
MÉXICO, D.F., 23 de abril (apro).- La encuesta que se acaba de publicar sobre la cultura política de los mexicanos es un indicador del tremendo fracaso de lo que un día consideramos la transición hacia la democracia, y es caldo de cultivo para el autoritarismo impune que nos corroe y nos invade día a día.
La encuesta realizada por el INEGI (órgano gubernamental), a petición de la Secretaría de Gobernación, muestra además que esa masa de ciudadanía inerte ante las medidas de autoridad es, al mismo tiempo, taimada, desconfiada, irreverente, no confía en las instituciones del populacho: ni en los partidos políticos ni en el Congreso.
Se antoja pensar que menos puede estar interesada en que haya paridad en las listas electorales y los órganos de representación popular. Da igual una política que un político. No se puede saber si hay alguna diferencia y no se puede saber si existe algún beneficio.
Dice esa encuesta, aplicada a sólo 4 mil personas mayores de 18 años en todas las entidades del país, que la gente sigue creyendo que el o los gobiernos deben resolverlo todo; creen más en la Iglesia que en el Instituto Federal Electoral (IFE) y no le da valor a leyes y normas.
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