28-Abr-2009
Ha desaparecido la crisis económica, han desaparecido los narcos y los terroristas. Es como si el mundo se hubiera detenido.
Ya lo sé, ya lo sé. Sé que está usted harto, sufrido lector, de la gripe porcina. Entendámonos, espero que no sea de la infección viral de lo que esté usted harto, sino de la otra infección, la del frenesí paroxístico que se ha apoderado de los gobiernos y los medios. La granizada se ha vuelto insoportable. Unos y otros no saben hablar de otra cosa. Ha desaparecido la crisis económica, han desaparecido los narcos y los terroristas. Es como si el mundo se hubiera detenido.
Toma uno un periódico o prende el radio o la tele, a cualquier hora, y sólo escucha una cosa: “Lávese las manos”. Uno, disciplinado, va y se las lava. Regresa y le vuelven a decir: “Lávese las manos”. Y usted vuelve a ir. Recuerde que el Isodine es un magnífico desinfectante para las llagas que se le van a formar en las palmas y en los nudillos. Usted, sin embargo, resista y no deje de lavárselas, a menos que decida apagar chunches electrónicos y renunciar a mirar la prensa. Lea Madame Bovary, que no le va a levantar los ánimos, pero que al menos no lo mandará a lavarse las manos.
Los periodistas, hipócritas ellos, están felices. Tienen noticia. Aunque sea sólo una. Y los gobiernos también. Por fin pueden demostrar que son eficientes y que están harto preocupados por el bienestar de sus pueblos. Imponen una auténtica “dictadura sanitaria”, como la llama, con toda precisión y agudeza, Ciro Gómez Leyva. Leyes de excepción, como el aislamiento forzado de los “sospechosos” o el derecho de entrar sin orden judicial en casas y haciendas, con el beneplácito sumiso de todos. Total, es en beneficio de todos.
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