MÉXICO, D.F., 11 de mayo (apro).- Carlos Salinas debe estar feliz desde alguno de sus escondrijos, carcajeándose, porque el escándalo detonado con el libro de Carlos Ahumada, Derecho de réplica, consuma el objetivo central que diseñó con precisión: Acreditar que todos los políticos de México, no sólo los priistas y panistas, son iguales.
Todos, ambiciosos, corrompen y se corrompen.
Todos, mezquinos, traicionan y son traicionados.
Todos, arrogantes, justifican la inmoralidad.
Todos, cínicos, niegan las evidencias.
Todos, en suma, forman parte de la misma escoria.
Pero no sólo los políticos son idénticos: En el libro de Ahumada --un contratista de medio pelo del que se ríen otros de su misma ralea, los traficantes de influencias como Claudio X. González o Ricardo Salinas Pliego-- se despliegan deleznables conductas de empresarios, clérigos, encuestadores, directivos de medios y hasta de periodistas que son colocados en un nivel análogo.
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