México celebra el regreso a la normalidad. El presidente describe cómo el país salvó al planeta entero. Se escuchan aplausos por doquier ante la respuesta firme, la ciudadanía comprometida, el sistema de salud que salió airoso. Y sin duda hay algunos motivos para celebrar, sobre todo a la luz de lo que pudo haber sido y no fue: la pandemia pronosticada que no ocurrió. En lugar de pelear entre sí como acostumbran hacerlo, el gobierno federal y el capitalino lograron coordinarse. En vez del pasmo se impuso la acción. Las encuestas revelan a una población mayoritariamente satisfecha con lo que se hizo, con lo que se decidió, con el cúmulo de medidas instrumentadas. México respondió con contundencia y merece ser reconocido por ello. Laurie Garrett, experta en salud pública global y autora de The Coming Plague Newly Emerging Diseases in a World out of Balance, ha sugerido: “Creo que todo el mundo debería estar diciendo ‘gracias, amigos’, a los mexicanos, por el tremendo sacrificio que han hecho”.
Pero entre espaldarazo y espaldarazo será crucial que el país no pierda de vista la necesidad del post-mortem balanceado. La importancia de las preguntas incómodas. El reconocimiento de los errores cometidos y las carencias reveladas.
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