Justo cuando la certeza de que el país se nos está deshaciendo entre las manos se abre paso, a pesar de todo, entre la retórica voluntarista y electorera, del gobierno de Felipe Calderón y la realidad se nos presenta cruel y descarnada a pesar de afeites y promesas de pronta y milagrosa mejoría. Instalados ya formalmente en la recesión, frente a la inminente pérdida de más de un millón de empleos, cuando la crisis de seguridad y la crisis económica convergen y el escenario de graves conflictos sociales comienza a configurarse en un país donde hasta los más pobres hoy consumen menos tortillas. Justo, digo, en esta hora grave para la nación, cuando la desesperanza y la frustración calan tan hondo y la gente en la calle se pregunta qué hacer para sobrevivir y mira con rabia creciente a los políticos, dos figuras señeras de la izquierda electoral mexicana, dos luchadores sociales históricos, se dan el lujo de enfrascarse en un intercambio de acusaciones mutuas sobre la presunta colaboración de una y de otro con el crimen organizado. Al hacer esto, al haberse permitido llegar a estos extremos y trasladar el debate político a la nota roja, Amalia García, Gobernadora de Zacatecas y el Senador Ricardo Monreal al tiempo que se disparan un tiro en la sien dan la puntilla a las ya de por sí magras posibilidades electorales de la izquierda mexicana. Lo dicho; “con la bala que se suicidan matan a su mejor amigo”.
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