Para el gobierno mexicano sólo existe un problema de finanzas públicas y no uno de carácter económico. No hay recesión. Hay falta de ingresos públicos. Para los financistas de Hacienda (ya no hay economistas en el gobierno), la recesión tiene su parte mala en que recorta los ingresos fiscales. La economía no existe.
A partir de una visita que se dignó hacer al Senado el secretario de Hacienda el año pasado, se ha discutido en el Congreso el tamaño que tendrá la disminución de la producción, aunque entonces Carstens aún sostenía con necedad que no habría recesión sino sólo una desaceleración del ritmo del crecimiento, el catarro. Nadie le creyó; todos sabíamos que la recesión venía, es más, ya estaba en curso.
¿Qué ha hecho el gobierno frente a este fenómeno? Concesiones a algunos grupos empresariales y aumento de la masa dineraria disponible para financiamientos. El gobierno ha tomado algunas decisiones, llamadas contracíclicas, las cuales no han servido para nada verdaderamente útil.
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