- Cierre de pinzas
- Ahora sí: estado de excepción
- La farsa, dolorosa, de encuestar
Julio Hernández López
Calderón quiere cerrar toda opción política para enfilar al país hacia su anunciado estado de excepción ("declaración de existencia de una afectación a la seguridad interior", es el término enviado a las cámaras al mismo tiempo que se montaba el mecanismo de atemorización y confusión a cargo de la oportuna influenza). El espectáculo selectivo montado en Michoacán pretende "convencer" a los mexicanos de que todo el entramado político está tocado por la corrupción (lo que es cierto), pero esa otra "guerra" no se da por afanes justicieros y generales sino electorales y facciosos. El golpe militar asestado en tierras tarascas significa el más descarado intento calderónico de cancelar la viabilidad electoral y la representatividad civil, con lo que busca que avance el control castrense del país, se debilita de manera intencional la institucionalidad política y se hace una declaración extraoficial, por la vía de las armas, de que los partidos, las elecciones y la "pluralidad" carecen de sentido. Calderón ha pasado, conforme a calendario, del estado médico de excepción, que fue un ensayo de formas de control social mediante estrategias de choque, al terrorismo de Estado a cuenta y cuento de la guerra contra el narcotráfico, con la vista puesta en la aprobación forzada de las reformas en materia de seguridad pública que encierran la intención de que se faculte a Felipe I a declarar estados de conmoción interior en los que se suspendan derechos y garantías y las fuerzas armadas abiertamente sustituyan a las autoridades civiles y las órdenes arbitrarias de la elite castrense-pinolera a las leyes y sus procesos.
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