Política cero
Jairo Calixto Albarrán
Estoy en campaña en contra del Voto Nulo. Digo, me parece muy respetable que, en nombre de la cultura democrática la gente se sacrifique, vaya hasta la casilla, cumpla con las formalidades, saque su credencial y, luego de todo el numerito que es de flojera, vaya y anule su voto, pero me parece una pérdida de tiempo. Es como ir al estadio con todo lo que eso significa (las multitudes, las lluvias, el sol, el desmadre) y, ya cuando estás en el umbral, rompes tu boleto y mejor ves el partido por la tele. O sea, ¿sólo para demostrar que perteneces a la sociedad civil? No chinguen.
En ese sentido me parece mucho más honorable aquel compatriota que, decepcionado de la vida política nacional, harto de que lo timen los candidatos, los funcionarios y los burócratas electorales, mejor ni se apersona por la zona de votación y mejor se rasca la barriga frente a la tele en espera del Apocalipsis, al ritmo de si no hay expectativas, no hay decepciones.
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