La política ha sido víctima de la epidemia de gripe, aunque ésta es nueva y aquélla sigue siendo de la vieja. Felipe Calderón ha llegado al colmo del mal gusto cuando afirma que México ha salido en defensa de la humanidad y, después, ha acusado al gobierno de Haití de rehusar la ayuda por miedo al contagio. La influenza nueva es un fenómeno internacional que por causas que ya saldrán a la luz afectó a México con fuerza y puso en tensión a casi toda la nación, pero eso no convierte a nuestro país en una especie de prócer de la humanidad cuando aquí hemos tenido una alta mortalidad que no se ha visto en ninguna otra parte. Así también, Calderón no se imagina lo que es vivir en Haití ni se tienta la banda tricolor cuando afirma con total desprecio y aire de superioridad que en el país antillano no tienen qué comer y desprecian la ayuda en alimentos. Para el pueblo haitiano, una epidemia de gripe nueva sería una catástrofe de grandes dimensiones, pues en ese país casi no existen servicios médicos y escasea toda clase de medicamentos, además de alguna mínima información sobre contagios virales.
El gobierno mexicano se ha declarado ofendido, pero ofende. Y lo hace de diversas formas. Ante las ofensas de las autoridades chinas contra más de un centenar de turistas mexicanos, la cancillería de México entró en cólera e, incluso, envió un avión a China para repatriar a aquellos nacionales víctimas del peor trato sanitario, aunque eso no es xenofobia, pero tal rescate nos llevó a recordar la reclusión en peores condiciones de centenares de miles de migrantes mexicanos en Estados Unidos sin que nadie les envíe, ya no digamos un jet, sino cualquier otro medio de transporte. El patrioterismo mexicano no tuvo igual en el incidente de China, con bandera en la puerta del avión y todo lo demás, lo cual carecería de significado si no fuera por la falta de asistencia mexicana a los braceros detenidos y retenidos, y al pésimo trato que le dan las autoridades mexicanas a los migrantes de Centroamérica.
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