La influenza llamada A/H1N1 que está afectando prácticamente a todos los países del mundo, y que surge en el marco de una de las crisis económicas más graves del capitalismo, ha puesto en evidencia las graves carencias que México presenta en rubros como salud y educación, ámbitos despreciados por los gobiernos priístas y panistas y que, sin embargo, marcan la diferencia entre ser un país desarrollados y uno dependiente. Por ese desdén hacia la ciencia y los científicos, México sigue sin superar los graves problemas de pobreza en los que se ven sumidas más de 60 millones de personas y que por lo mismo no tienen acceso a vivienda decente, a agua potable, a servicios de salud ni a los medicamentos esenciales, y que padecen elevados índices de desnutrición, todo lo cual marca claramente un cuadro de falta de salud. Y lo que es más triste es que a quienes más afecta es a miles de niños que mueren en pleno siglo XXI por enfermedades que en otros países son ya una cuestión de museo. Los gobiernos mexicanos siguen sin entender que es necesario poner en marcha un sistema nacional de salud universal, gratuito y solidario, financiado con gastos públicos como uno de los caminos para que los más desfavorecidos puedan ir superando los gravísimos niveles de pobreza y alcancen niveles de salud aceptables.
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