Plan B
En un capítulo de Los Sopranos, Tony, el carismático mafioso, habla con sus colegas sobre la falta de principios de las mafias del Este. Elabora un discurso impecable sobre la pérdida de valores de los rivales; “hasta para matar se necesita clase”, dice uno de sus esbirros. Mirando la serie pensé en dos de los grandes capos de la política mexicana: Emilio Gamboa Patrón, alias El Chupón y Diego Fernández de Cevallos, alias El Jefe.
Estos dos personajes tienen más en común de lo que quisieran admitir. Emilio, líder priísta en la Cámara de Diputados ha sido vinculado a redes de pederastas, de lavado de dinero y apropiación de terrenos en el sureste. Ha sido evidenciado públicamente incontables veces; las investigaciones desaparecen siempre. Cuando se descubrió a Gamboa llamándole “papá” a Kamel Nacif y sometiéndose a sus órdenes para echar atrás una ley sobre juegos y casinos, la respuesta de Gamboa sobre la autenticidad de las llamadas fue: “Sí, soy yo, y de una vez les digo hay otras seis llamadas con Kamel en este sexenio”. Con esa frase cerró el capítulo sobre el tráfico de influencias que ejerció desde el Senado. Cuando el pederasta Succar Kuri mencionó en entrevista con Loret a Gamboa como su amigo, la autoridad lo desoyó. Gamboa sabía que ni la PGR ni la Suprema Corte lo llamarían. Es interlocutor de su partido con el Presidente, se sabe intocable.
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