Sigan abaratando costos, no para hacer menos oneroso al gobierno, sino para que ustedes dispongan de márgenes mayores de utilidad en su negocio de gobernar. Sigan "eficientando" procesos, no para dar gusto a la población sino para que ustedes puedan ensamblar con más facilidad su triunfalismo en los informes de labores. Avancen en el recorte de propiedades, atribuciones y facultades del Estado, no para impulsar las libertades y la participación ciudadana –qué va– sino para empoderar a los consorcios nacionales y extranjeros más cercanos a su corazón y a su portafolio de inversiones. Y es que algún día ustedes, los influyentes, pasarán a retirarse y se merecerán, además de la mención imperecedera en los libros de historia, un estatuto tan digno como el del licenciado, el doctor o el esposo de la señora, quienes gracias a su sentido de previsión patrimonial hoy disponen del dinero y de los archivos confidenciales suficientes para seguir metiendo la garra o la pezuña en la vida política y, lo más importante, evadir la cárcel –privada o pública– por los siglos de los siglos.
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