MEXICO, D.F., 14 de septiembre (apro).- Tal como se exhibe hoy --dispersa, anquilosada, antropófaga, reactiva y agria--, la izquierda en México no es opción de nada.
Sólo de más derrotas, claro.
Me refiero a la izquierda que, se supone, genera ideas libertarias y transformadoras por la ruta electoral.
La otra, la izquierda armada, es obvio: tiene la marginalidad como destino.
Mala hora vive México con la derecha en auge --la priista y la panista que se alternan para servir a los mismos amos--, y la izquierda partidaria que, por su fragmentación, se neutraliza como opción de cambio.
Como partidos y como gobiernos.
Da lo mismo.
Justo cuando Felipe Calderón exhibe la fiereza de su proyecto económico --que ratifica los privilegios de la minoría que lo impuso y se ensaña con la clase media y los más pobres--, afloran las conductas más serviles de la izquierda y el movimiento de Andrés Manuel López Obrador carece de iniciativa política.
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Sólo de más derrotas, claro.
Me refiero a la izquierda que, se supone, genera ideas libertarias y transformadoras por la ruta electoral.
La otra, la izquierda armada, es obvio: tiene la marginalidad como destino.
Mala hora vive México con la derecha en auge --la priista y la panista que se alternan para servir a los mismos amos--, y la izquierda partidaria que, por su fragmentación, se neutraliza como opción de cambio.
Como partidos y como gobiernos.
Da lo mismo.
Justo cuando Felipe Calderón exhibe la fiereza de su proyecto económico --que ratifica los privilegios de la minoría que lo impuso y se ensaña con la clase media y los más pobres--, afloran las conductas más serviles de la izquierda y el movimiento de Andrés Manuel López Obrador carece de iniciativa política.