MEXICO, DF, 11 de enero (apro).- En una maniobra que busca encubrir su ineptitud y el incumplimiento de su palabra, como el aumento a las gasolinas que han generado una espiral alcista que no ven sólo los ciegos y los cómplices, Felipe Calderón se autoproclamó prócer de la nación y equiparó su infecunda gestión con la patria.
Nada menos.
Tal hazaña de Calderón tuvo lugar el viernes 8, en una extensa disertación ante personal del Servicio Exterior Mexicano, que previamente tuvo que empacharse con las exposiciones del escritor Héctor Aguilar Camín y el exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, proveedores de los insumos triunfalistas.
Valiente como Hércules y astuto como Napoleón, Calderón se dijo vencedor de la “triple crisis” que México enfrentó en el 2009: Una, la influenza, que según él pudo haber costado la vida a 20 millones de mexicanos; dos, la sequía que hasta hoy informa que fue “la peor en 60 años”, y tres: “la guerra que han tenido, fundamentalmente, cárteles mexicanos en la disputa por el territorio”.
Como si todo estuviese resuelto y México se hubiese transformado en un paraíso, Calderón proclamó: “Hoy podemos reunirnos con la satisfacción del deber cumplido y, también, con la urgencia y la atingencia de las tareas por hacer en el futuro.”
Enseguida, en su exposición procedió a fustigar a los mexicanos que, según él, se dedican a hablar mal de México, como él mismo ha sido testigo, pero no tuvo la valentía para identificarlos.
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Nada menos.
Tal hazaña de Calderón tuvo lugar el viernes 8, en una extensa disertación ante personal del Servicio Exterior Mexicano, que previamente tuvo que empacharse con las exposiciones del escritor Héctor Aguilar Camín y el exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, proveedores de los insumos triunfalistas.
Valiente como Hércules y astuto como Napoleón, Calderón se dijo vencedor de la “triple crisis” que México enfrentó en el 2009: Una, la influenza, que según él pudo haber costado la vida a 20 millones de mexicanos; dos, la sequía que hasta hoy informa que fue “la peor en 60 años”, y tres: “la guerra que han tenido, fundamentalmente, cárteles mexicanos en la disputa por el territorio”.
Como si todo estuviese resuelto y México se hubiese transformado en un paraíso, Calderón proclamó: “Hoy podemos reunirnos con la satisfacción del deber cumplido y, también, con la urgencia y la atingencia de las tareas por hacer en el futuro.”
Enseguida, en su exposición procedió a fustigar a los mexicanos que, según él, se dedican a hablar mal de México, como él mismo ha sido testigo, pero no tuvo la valentía para identificarlos.