30/SEPTIEMBRE/2008
OPINIÓN
2 de octubre: El mensaje de aquellos jóvenes
LUIS FERNÁNDEZ GODARD
La pobreza, como carencia de medios para producir y reproducir la vida con un mínimo de dignidad humana, constituye la herida más dolorosa y sangrienta de toda la historia de la humanidad. En México este sentimiento de injusticia estructural, que estaba de manifiesto, no sólo en nuestra patria, sino en el mundo entero, produjo en los jóvenes del 68 una conciencia de lucha por cambiar estas estructuras.
El movimiento creció, de tal manera que pareció amenazante a las autoridades, que con el temor de disturbios en la víspera de las Olimpiadas, pudieran causarle problemas graves. La represión fue brutal. Y la impunidad de los culpables se ha extendido hasta nuestros días, cuarenta años después. Sin embargo “2 de octubre no se olvida”.
“Un sordo clamor brota de las gargantas de millones de hombres que piden a sus pastores una liberación que no acaba de llegarles de parte alguna. El clamor es perfectamente audible, creciente, impetuoso y, en algunos casos, amenazador” reconocieron los obispos latinoamericanos en su III Conferencia Episcopal celebrada en Puebla en 1979.
El sacrificio de los jóvenes de hace cuarenta años, sigue produciendo en la conciencia de nosotros un deber de buscar otro mundo posible, donde exista una inviolable sacralidad de la persona humana. El avance científico tecnológico es cada vez más abundante para combatir esta situación lacerante en nuestra sociedad. Sin embargo los factores políticos y culturales insertados en el sistema del neoliberalismo, que es racionalista, dominador, y represivo, ha originado una parálisis en la organización mundial. Los problemas de hambre, de guerras, de terrorismo, de inseguridad van aumentando, debido a esa desigualdad que se agrava con el paso de los años.
La amenaza de los hambrientos del mundo está viva. Porque hay que llevar a cabo una justicia vindicativa de la que la historia conoce ya horrendos precedentes: Combatir el mal, pero con la incapacidad para reconstruir de un modo más justo y humano, sobre otras bases económicas y sociales. No se trata simplemente de tomar la riqueza de los ricos y distribuirla entre los pobres. Sería insuficiente para todos. Este tipo de argumento lo emplean los poderosos con mala intención, a fin de hacer imposible, ridiculizando, cualquier reforma. La cuestión no está en distribuir la riqueza de los ricos, sino en producir bienes por todos y para todos, haciendo que sea menor y más soportable la distancia entre unos y otros. La pobreza no es sólo un problema de conciencia moral, sino que es fundamentalmente un problema político. Todos debemos trabajar para la reproducción de la vida social. Los costos y beneficios deben repartirse lo más equitativamente posible entre todos.
La pobreza deshumaniza a los pobres, porque al sufrir las carencias de toda clase, descompone la vida emotiva y las relaciones con los demás, impide el desarrollo de sus capacidades y conduce a la envidia, al odio y a la violencia. Pero deshumaniza también a los ricos, porque les lleva a considerar a los pobres como seres inferiores, como una carga para la sociedad. Trata a los pobres como si fueran esclavos, como simples “recursos humanos” que le sirven para aumentar su riqueza personal, y son absolutamente insensibles a su sufrimiento y su miseria.
Los jóvenes sacrificados hace cuarenta años sí tenían conciencia de solidaridad. Y arriesgaron su vida por el compromiso de ser coherentes con su pensamiento. El aniversario que celebramos este jueves 2 de octubre puede hacer que nuestra vida vuelva a considerar los valores humanistas que nos heredaron con su muerte.
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