Ricardo Andrade Jardí
Mientras en México “celebramos” el 198 aniversario del grito de “independencia”, cada día más dependientes y menos independientes, eso sí con coca-cola en mano, más (des)identificados y en dirección opuesta de lo que otros hombres y mujeres soñaron, casi doscientos años atrás, debería ser la naciente república. ¡Ni hablar! Hoy un secretario de Gobierno español decide los destinos de la vida “política” del “independiente” México y un pirata usurpador impuesto por el empresariado chatarra parece no conocer otra realidad que la del Norte imperial que lo gobierna. Pero los días de fecal como usurpador parecen estar contados y será la soberbia de quienes los impusieron los que además lo quiten. Acaso para poner a otro peor. Lo cierto es que en México la independencia ya no pinta nada y el narcotráfico impone las nuevas reglas de la balanza.
Al Sur del continente, el imperio juega sus cartas, siempre tan “demócratas”, y desestabiliza la vida democrática de Bolivia para imponer, en nombre de la “democracia”, una dictadura de mercado donde los oligarcas desarraigados y ladinos impongan la política imperial de explotación a los “indios rebeldes de Morales” que tan mal ejemplo le dan al mundo queriendo gobernarse desde un marco pleno de justicia social.
La suerte de Bolivia es la suerte de todo un continente. Es posible que así lo entiendan las naciones del Sur continental con algunas del centro y cierren filas contra la política imperialista. Pero no debemos esperarlo, por supuesto, del desgobierno usurpador, que festeja el grito de independencia a 600 metros de la gente previo operativo militar y el que supone que el traidor de Iturbide debe ser un héroe nacional, reaccione con la dignidad que la grandeza de México merece con relación a los acontecimientos continentales. De todas maneras una parte de la sociedad ya lo está haciendo.
La derecha continental siempre tan “democrática”, de dientes para afuera, cuando las cifras les favorecen y tan antidemocrática en la práctica, cuando las cifras le son adversas, en Bolivia, como 35 años atrás lo hizo en Chile, acepta los sobornos del Imperio para armar una insurrección civil contra el electo y refrendado Evo Morales, que se atrevió a nacionalizar el gas y, lo “peor de todo”, a repartir equitativamente las ganancias entre todos, por la venta del energético a otras naciones.
¡Qué osadía!
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