Opinión
Rutilio Escandón
Aunque en las últimas semanas hemos ahondado en el tema de la seguridad pública, el día de hoy abriremos un paréntesis en este nodal tema por tratarse de una fecha significativa para nuestro país: la conmemoración de nuestra Independencia.
Hace 198 años que visionarios de la talla de Hidalgo, Allende, Morelos, Guerrero, Josefa Ortiz de Domínguez, Mina, Bravo, Aldama y Leona Vicario, entre otros, ofrendaron su vida en aras de un proyecto colectivo superior: la libertad de los mexicanos. Acto sublime gracias al cual las generaciones posteriores tuvimos la posibilidad de contar con una nación libre y soberana. Que quede claro y preciso que expresé que hemos tenido la posibilidad, ya que, tristemente, en muchos momentos históricos no la hemos aplicado. Tal es el caso de la época contemporánea.
Y no hay que ser un connotado intelectual o un especialista en temas políticos y/o económicos para corroborar esta afirmación. Basta con observar la realidad para dar cuenta de ello.
Para nadie es un secreto la alta dependencia económica que tenemos con nuestros vecinos del norte, sobre todo después de la firma del TLCAN, gracias a la cual somos el país más afectado por la actual crisis que atraviesan, tanto por la disminución de nuestras exportaciones dirigidas a dicho país como por la pronunciada caída de las remesas de nuestros paisanos establecidos en su territorio, o por el exponencial efecto espejo que nuestro mercado de valores tiene con el de ellos, esto entre otros múltiples factores.
Qué decir de nuestra "total" dependencia alimentaria del exterior (no sólo con los Estados Unidos), sometimiento que se ha recrudecido en los últimos tiempos por otra grave crisis mundial, la de los granos y alimentos básicos, gracias a que los recientes gobiernos nacionales han aniquilado gradualmente a nuestro campo.
Asimismo, las políticas neoliberales que se han aplicado en México desde hace más de 25 años nos han vuelto incapaces de generar inversión propia, ya que se ha dado toda clase de privilegios a los capitales extranjeros, dando como resultado que la mayor parte de la inversión en México (y sus activos) sea promovida y esté en propiedad de empresas transnacionales o subsidiarias de las mismas (que se llevan nuestro dinero), como el caso del sistema bancario, o de las tiendas de autoservicios, o de las empresa automotrices, entre otros muchos sectores de la economía nacional, claro, con el respectivo detrimento de las micro y pequeñas empresas de capital mexicano, que junto con la industria petrolera y las remesas son el núcleo del desarrollo de nuestra sociedad. Practicas que nos han orillado, por ejemplo, a importar cada vez más petrolíferos y sus derivados (gasolinas, fertilizantes, etcétera).
Podríamos dar muchos ejemplos más, amigo lector, pero no alcanzaría el espacio. Sin embargo, creemos que con lo aquí expuesto alcanza para nuestro objetivo, que es sencillamente hacerlo consciente de nuestra situación, para que usted evalúe si a dos años de cumplirse el bicentenario de nuestra independencia, nuestra nación es realmente libre y soberana, y después de ello usted decida si quiere que los gobiernos sigan por la misma línea, por ejemplo, con una reforma petrolera que privatice a sectores importantes de nuestra industria, o si prefiere un cambio de rumbo para dar un perfil más nacionalista a nuestra economía y a nuestra sociedad. Y que, sobre todo, amigo lector, no lo espanten (los promotores de la extranjerización) con el petate del muerto, haciéndolo sentir culpable de los errores que ellos han cometido por años y que siguen realizando.
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