Jorge Lara Rivera
Apenas perceptible, pero allí está el reflejo, ése, solidificando maxilares en el rostro del titular del Ejecutivo federal, mientras desde la pantalla del televisor anuncia, la tarde del miércoles, la valía de su Programa de Cinco Puntos, recién enviado al H. Congreso para rectificar el Presupuesto 2009 y sortear la contingencia internacional.
Solamente unas horas antes, en otro hito mediático, se le esfumó la sonrisita al robusto Agustín Carstens, mientras la mirada del debutante de Economía Gerardo Ruiz Mateos –a quien ningún empresario quiere ni de gerente en su negocio- se mostraba nerviosa, perdiéndose por los rincones del lugar.
Para la noche del jueves, al responsable del Ejecutivo la voz le habrá cambiado y un rictus sombrío, extraño en el gesto otrora desafiante con que gusta se le conozca, asoma a su cara durante el mensaje que parece querer optimista, pero le sale provocador de más dudas.
El ‘catarrito’, como el público supuso sin doctorarse en Yale o en Oxford desde que comenzó el zipizape, ya es neumonía.
Inopinadamente, ‘quod pro quo’ ante la curva ascendente del mercado de derivados la burbuja ha reventado y los dolores mundialistas de que se infló pringan a los otrora impasibles amos del universo en Wall Street, la City de Londres, el Bundesbank y el club de Asia, arrastrando en su caída a Latinoamérica.
Tras una semana de crisis la catástrofe los ha desenmascarado. Y por lo visto en México, también ha puesto en su lugar –el basurero– las ilusiones de los aficionados rampantes que buscan imitar a rajatabla el neoliberalismo, causal obvio de la megadebacle.
Sólo que extrañamente nadie ha dicho ‘esta boca es mía’ para denunciar la concomitancia, la nítida correspondencia entre la globalización de los mercados y la infección por contagio de las economías encandiladas con el paradigma neoliberal. Y peligrosamente, sobre todo, se ha callado la irresponsabilidad de los ‘aprendices de brujo’, quienes sin abjurar de la ruta al abismo adonde insisten en querer llevarnos, ahora vienen a ofrecer, sin mayor explicación, el Plan salvador.
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