Se ha hablado del “efecto tequila”, “vodka” o “samba”. Pero ni de lejos un aguardiente o ritmo han llevado al mundo a una catástrofe como la del paso de George W. Bush por la Casa Blanca. Balance apenas: cinismo en los negocios (corrupción y engaño, enriquecimiento ilícito: la fortuna de los 400 más ricos creció en sus tiempos en 700 mil millones de dólares). Ultraje y burla al derecho, comenzando por el internacional: desprecio a la ONU, con la culpa también de sus corifeos obsecuentes: Tony Blair, José María Aznar, y el principio imperial-fascista de la “guerra preventiva” con sus gastos trillonarios. ¿El fin del capitalismo?: en todo caso exigencia inaplazable de grandes revisiones.
Por Víctor Flores Olea
Por lo pronto estaría a la puerta, como transición, una suerte de New Deal o nuevo keynesianismo que acabara de triturar los ciegos fundamentalismos (el mercado salvaje, la libre empresa sin responsabilidades, la irrestricta circulación de capitales, los pilares que fueron del Consenso de Washington y del Neoliberalismo).
Se inicia ya el proceso como un “salvataje” en primera instancia de los corruptos y saqueadores (algo semejante a nuestro Fobaproa-Ifap), pero también habría indicadores de que la presión social e intelectual va en contra de simplemente meter dinero para “sacar del hoyo” a los hundidos (que siguen yendo a vacacionar millonariamente a California, ahora con dinero del contribuyente: los capos de Lehmann Brothers), sino exigiendo un “control” más estricto de los “activos” de las empresas, algo parecido a tener mayores derechos de propiedad.
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