Francisco Rodríguez
Indice Político
“Vivíamos tan en paz, tan en concordia en una ciudad hospitalaria y de gente buena, lo que hizo que viniera gente de fuera y hasta las familias de los narcos, ya que aquí no los perseguían…”
José María de la Torre Martín,
Obispo de la Diócesis de Aguascalientes
Durante los últimos tres años el otrora apacible estado de Aguascalientes se ha convertido en una de las “plazas” más calientes del narcotráfico. Asesinatos, secuestros, “levantones” y un justificado clima de temor social han hecho proliferar la especie de que la entidad, o “plaza”, fue “vendida” a uno o quizá hasta a dos de los grupos que violentamente buscan fincar su hegemonía.
Fue el periodista estadounidense Terrence Poppa el primero que definió el concepto de “plaza” —control monopólico de las actividades propias de la producción y venta de drogas dentro de un determinado territorio—, aunque otros investigadores de este fenómeno delincuencial optan por mitificar tal noción, señalando que lo que el narco busca son consumidores, no territorios.
Carlos Resa Nestares, investigador de la UAM, está entre quienes niegan la existencia de “plazas”. Y argumenta que de ser cierta la versión de Poppa, “sería una prueba inequívoca de una corrupción masiva entre las autoridades policiales y militares. Porque… la ‘plaza’ es una licencia temporal entregada por las autoridades públicas para el comercio de drogas a un determinado empresario”.
De la “venta” de la “plaza” Aguascalientes habló al principio de semana el gobernador de esa entidad, el controvertido Luis Armando Reynoso, al rendir ante la Legislatura local su Informe de Gobierno:
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