Le Monde (2 de dic. 2008)
El 12 de julio de 1562, Diego de Landa, Obispo de Yucatán, mandó encender una gran pira funeraria de sacrificios. El no quería quemar a los hombres, quería quemar los libros. “Todos los libros de América”, concluye Charlotte Arnauld, del laboratorio Arqueológico de las Américas (CNRS y la Universidad de París-I). Sólo tres códices se escaparon: hoy en día se conservan en París, en Madrid y en Dresde. Pero además de la pérdida de documentos, el auto de fe de 1562 hizo entrar en la clandestinidad a la escritura maya utilizada desde el siglo V antes de nuestra era. Tuvo que esperarse más de cuatro siglos para que ésta saliera del olvido y que los miles de textos mayas que llegaron al siglo XX (inscripciones monumentales, textos sobre cerámicas, estelas, etc.) volvieran a hablar.
Los últimos avances sobre decodificación y la contribución de los textos para comprender el mundo maya, estarán en el centro de la XIII Conferencia maya europea, que se lleva a cabo del 1° al 6 de diciembre en el Museo del Muelle Branly[1]. Además del coloquio científico, serán propuestos talleres de epigrafía al público con el fin de sensibilizarles en esta disciplina nueva, desconocida en Francia, en donde los grabados mayas apasionan menos que los jeroglíficos egipcios o los cuneiformes de Mesopotamia.
La razón puede ser que la decodificación de la principal escritura mesoamericana no ha llegado a verdaderos resultados hasta “muy recientemente, a finales de los años 1990”, según la Sra. Arnauld. Sobre todo, no se basa en el genio de algún individuo, sino por el contrario, en el largo trabajo pluridisciplinario animado de debates y de controversias tan herméticos como ásperos.
Los glifos mayas no tienen su Champollion[2]. A menos que sea Diego de Landa mismo... Ya que el franciscano no fue solamente un encendedor de piras. También era un explorador curioso. Como testimonio está una obra escrita en 1566 a su regreso a España, Relación de cosas de Yucatán, en la cual se entrega a un minucioso trabajo de etnografía. Lamentablemente el libro se perdió y hubo que esperar hasta 1862 para que un abad francés, Charles-Etienne Brasseur de Bourbourg, encuentre una copia integra en la Academia royal de arte de Madrid, con la correspondencia entre el alfabeto latín y un “silabario maya” diseñado por el mismo Landa.
Muy simple : « Diego de Landa creyó que el sistema de escritura maya era alfabético, algo que se ha probado es falso, narra el mayista Philippe Nondédéo. Pero, a pesar de este error, esta ‘Piedra Roseta’ que de Landa diseñó resultó esencial para su decodificación”.
En el siglo XIX, mientras que los jeroglíficos egipcios y los cuneiformes de Mesopotamia abandonan sus secretos, se redescubren los textos de cronistas y misioneros españoles. “Es así que en este período se comprende el sistema de numeración y de medición del tiempo. Los Mayas contaban el tiempo a partir de una fecha mítica, origen que ellos sitúan en 3114 antes de JC, dice la Sra. Arnauld. Comprendido esto, se puede comenzar a fechar los monumentos, pero no se comprende aún nada de los textos...” Hubo que esperar a los años 1950 y 1960, para que tres personalidades aportaran las contribuciones decisivas.
Fue primero un investigador ruso, Youri Knorosov, quien notó el carácter dual de unos 800 glifos mayas –ciertos glifos podían revestir un valor silábico, al mismo tiempo que un valor logográfico. Poco después, un aficionado alemán, Heinrich Berlin, notó la existencia de glifos de naturaleza política, que él nombrará glifos-emblema y de los cuales cada uno se asocia al nombre de una ciudad. Finalmente una arqueóloga norteamericana de origen ruso, Tatiana Proskouriakoff, publica en 1960 un estudio que muestra que los textos tienen un carácter historiográfico. Aunque no puede leer los textos, ella identifica los nombres de reyes, por ejemplo, asociados a un glifo de ascensión al trono o de puesta en cautividad. Trivial en apariencia, el avance es crucial, ya que la mitad del siglo XX es atravesada por una poderosa corriente de pensamiento, sostenida por expertos en maya de renombre, según la cual estos textos sobre piedra no tienen ningún valor histórico; que no son a lo más que una serie de arcanos astronómicos.
“Hoy estamos seguros de que esta visión era falsa”, dijo la Sra. Arnauld. ¿Qué es lo que dicen entonces estos textos, los cuales la mayor parte están escritos en tres de la veintena de lenguas mayas? “Son, a menudo, libros de adivinación, profecías, reglas de buen gobierno, ciclos lunares que pueden hacer pensar en nuestros viejos almanaques, dice Nondédéo.
Desde los años 1990, leer el maya permitió comprender mejor la organización política de esas tierras durante el período clásico (300 a 900 de nuestra era). Dicha organización se articula alrededor de dos grandes ciudades rivales, Tikal y Calakmul, pudiendo activar cada una, en caso de necesidad, una red de ciudades aliadas. Pero si la decodificación es hoy en día considerada como un hecho, las dificultades de interpretación de ciertos textos siguen siendo considerables. “En 695, al final de una guerra entre las dos ciudades, el rey de Tikal dijo haber tomado prisionero a su rival de Calakmul, ilustra Nondédéo. El problema es que se ha encontrado la tumba del rey de Calakmul, en medio de su ciudad... Habría que comprender que en realidad el rey de Tikal tomó prisionero ¡el escudo de su enemigo!”
Stéphane Foucart
(traducido por Hasardée)
[1] Es un museo etnológico francés, también llamado Museo de Primeras Artes o Museo de Artes y Civilizaciones de Africa, Asia, y Oceanía y de las Américas (no occidentales). Se dedica a las civilizaciones antiguas y a las culturas de África, Oceanía, Asia y América y se sitúa cerca de la Torre Eiffel en París. (n. de t.)
[2] Jean-François Champollion, conocido como Champollion el joven, (Figeac; 23 de Septiembre de 1790 – París; 4 de marzo de 1832); egiptólogo francés, considerado el padre de la egiptología por conseguir descifrar los jeroglíficos. (n. de t.)