Jorge Camil
En el segundo aniversario de su llegada al poder, Felipe Calderón está, como en el cartón de Hernández en La Jornada, atado a la silla presidencial, y reconociendo que lleva dos años “secuestrado por la Gordillo, Fox, García Luna, el PRI, El Yunque, Televisa y el Consejo Coordinador Empresarial” (yo añadiría a Andrés Manuel López Obrador).
Por eso, al iniciar el segundo tercio del mandato, se hace evidente el esfuerzo por replantear la administración actual. ¿Estamos frente a una estrategia presidencial o una decisión tomada por otros?
Tras la trágica muerte de Juan Camilo Mouriño, el joven secretario de Gobernación que fue amigo entrañable y alter ego del Presidente, éste designó en su lugar a Fernando Gómez Mont, un exitoso penalista que ha vivido en la periferia de la política, con pericia en el aguerrido juego de tribunales, donde sólo hay un ganador, y fama de pertenecer a la línea dura del partido.
Es obvio que el nuevo secretario no es parte del grupo compacto. Se le identifica con el jefe Diego, quien apoyó intramuros a Santiago Creel. Este solo hecho es suficiente para sospechar la imposición de Gómez Mont por parte de Diego, y de algunos otros cuadros superiores del partido, que podrían estar intranquilos de cara a las elecciones legislativas de 2009.
¿Vivimos un caso de tutela presidencial? La duda se fortalece por la sorpresiva renuncia del secretario particular, César Nava, otro joven integrante del grupo compacto, que abandonó inesperadamente la casa presidencial para ceder el espacio a Luis Felipe Bravo Mena, un panista experimentado, 10 años mayor que el Presidente, ex líder del parAtido y pieza clave en la histórica victoria de Vicente Fox.
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