El país está metido en un verdadero lío con los cuerpos policiales. Ninguno funciona bien. Todos están corrompidos.
Felipe Calderón nos propone crear una sola policía federal (unir a la AFI con la PFP) pero cuando envió el proyecto ya lo estaba haciendo en los hechos, lo cual es una burla al Congreso.
La iniciativa de ley de la policía federal se aúna al proceso de adecuación legal a las recientes reformas constitucionales, dentro del cual el proyecto del Ejecutivo ha sido rasurado, no sólo por las oposiciones sino también, en parte, por el mismo PAN.
Felipe Calderón quiere una policía con plenos poderes, con capacidad para investigar lo que quiera y a quien quiera sin órdenes del Ministerio Público ni de los jueces. Esto se llama Estado de policía. La resistencia ha sido fuerte y nada sencilla, ya que la opinión pública pide mano dura, arbitrariedad, persecución en caliente, con el propósito –se piensa—de derrotar al crimen. Así, a cambio de una prometida seguridad se invita a la gente a despreciar las libertades y a extender las funciones policiales.
Pero los cuerpos de policía están infiltrados de agentes de la delincuencia organizada, quienes cobran por servicios prestados, mas no regulan las actividades delincuenciales ajenas. Antes, los jefes policíacos y los políticos recibían dinero para permitir el narcotráfico pero imponían ciertas condiciones y regulaciones. Este sistema no puede repetirse pero tampoco existe ninguno otro, de tal manera que existe una ley de la selva donde la policía no juega un papel definido, ya que, por un lado, combate a los delincuentes y, por el otro, los protege sin que una cosa y otra formen parte de sistema alguno. Todo parece ser circunstancial.
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