Don Emilio Botin es uno de los hombres más ricos de España. Es dueño del Banco Santander, con intereses en México. En octubre pasado lo coronaron en Londres como el banquero del año. Aprovechó la ceremonia para dar consejos urbi et orbi sobre la forma correcta de manejar uno de esos negocios y proteger a sus clientes de los avatares de la economía y el mal manejo financiero. Comenzaba a tomar forma la crisis que hoy vive el mundo. Los barones de las finanzas, políticos y, por supuesto, el gobierno español, llenaron de elogios al empresario ejemplar.
Poco tiempo le duró el gozo: al descubrirse la pirámide de manejos turbios, de estafas que levantó el señor Bernard Madoff, se supo que entre las víctimas estaban el Santander y algunos de sus clientes. Un boquete calculado en 4 mil millones de dólares del cual nadie se responsabiliza ahora. Otros bancos españoles, como BBVA Bancomer, Banesto, Banca Marcha y Caja Madrid, también registraron pérdidas. En México hubo igualmente damnificados, de Monterrey, aunque el principal negó haber perdido decenas de millones de dólares por poner sus ambiciones de ganancia extrema en el personaje que era el mago de las inversiones en Wall Street, respetado en el orbe financiero.
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