lunes, 9 de febrero de 2009

Calderón y Marín en el país de las maravillas

Hermann Bellinghausen

El 14 de febrero se cumplen tres años de que se reveló la historia infame del “góber precioso” que conmovió a la opinión pública y al sistema político. Ese día, La Jornada publicó un reportaje de Blanche Petrich que exhibía al gobernador de Puebla, Mario Marín, como cómplice (al menos) de la red de pederastas incrustados en el poder que vejó, encarceló y pudo matar a Lydia Cacho por documentar los delitos de esa gente.
En febrero de 2006 el país estaba inundado de campañas electorales. A cambio del voto, los candidatos decían a los ciudadanos lo que quisieran escuchar, en un juego de prometer y mentir. Como las grabaciones que inculpaban a Marín se divulgaron masivamente por radio y televisión, en las altas esferas se rasgaron tantas vestiduras que los almacenes exclusivos de ropa experimentaron un repunte de ventas fuera de temporada.
Antes de tres días, el entonces candidato panista Felipe Calderón Hinojosa ya había adoptado una postura oportuna, firme e histriónicamente ética: él, en persona, fue a demandar ante el Congreso poblano que se juzgara al mandatario priísta. Adherentes de la otra campaña en Puebla resucitan ahora, como escueta ayuda de memoria, un cable de la agencia gubernamental Notimex del día 17, donde se informa que el candidato de Acción Nacional a la Presidencia de la República presentó una solicitud de juicio político contra el gobernador Marín.
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