Humberto Musacchio
26-Mar-2009
Con ingenuidad falsa y por tanto perversa, el gobierno panista demandó de Estados Unidos algo semejante al Plan Colombia, mecanismo que ha permitido al gobierno estadunidense dirigir y aun dosificar la lucha contra el narcotráfico en aquel sufrido país, pero también le da injerencia directa en la orientación del combate a los grupos guerrilleros.
El Plan Colombia, que parece animado de los mejores propósitos, es sólo un disfraz del tradicional intervencionismo, pero que en este caso permite la actuación de mandos militares foráneos en la propia casa de los colombianos, quienes han de acatar las instrucciones de quienes pagan miles de millones de dólares.
Para la avaricia del neopanismo, establecer un acuerdo semejante de “cooperación” permitiría disponer de gruesas cantidades de dinero que, como en el caso colombiano, acaban en los bolsillos de politicastros desvergonzados, de militares antipatriotas y de un enjambre de publicistas, vendedores de armas y proveedores de toda clase de servicios.
Por eso, cuando se anunció la Iniciativa Mérida, el grupo en el poder se relamió los bigotes, pues significaba un ingreso cuantiosísimo que deja a los funcionarios un amplio margen de maniobra y una extraña discrecionalidad (tan extraña, que permite un manejo oscuro de los fondos sin que necesariamente eso se refleje en eficacia de la lucha contra el narcotráfico ni en mejor capacitación y dotación de los cuerpos policiales ni en una baja del consumo).
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