Humberto Musacchio
09-Abr-2009
Algún despistado podría creer que la actual guerra sucia contra el PRI quiere terminar en forma cainita con la provechosa hermandad.
Cuando se está en serios problemas, resulta poco inteligente declarar la guerra en varios frentes y de manera simultánea, pero eso precisamente está haciendo el panismo con una enjundia que más conveniente les resultaría en la atención al desempleo o en las obras públicas federales, donde la pachorra es norma invariable.
Hasta ahora, el PRI ha sido un aliado ciertamente costoso pero firme del gobierno federal. A nadie escapa que parte del precio que ha pagado el panismo por esa alianza incluye la exoneración de Luis Echeverría, implicado en los crímenes de 1968, en el halconazo del 10 de junio de 1971 o en la guerra sucia del sexenio 1970-1976, la que dejó al país miles de personas desplazadas de sus lugares de origen, un número indeterminado de torturados, cientos de desaparecidos —muchos de ellos arrojados al mar desde helicópteros— y asesinados por montones.
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