DANIEL LIZáRRAGA
Los servicios prestados a Calderón y la lealtad que mantuvo al jefe del Ejecutivo no le permitían a Josefina Vázquez Mota comprender. Pero los signos abundaban. La mayor aliada electoral del presidente, Elba Esther Gordillo, la descalificó como secretaria de la SEP; le impusieron al yerno de la lideresa del SNTE como subsecretario de Educación Básica, y el propio primer mandatario aprovechaba cualquier ocasión para reprenderla y avergonzarla públicamente. Pero Josefina no se iba… Calderón la despidió en un acto en el que ella, empalidecida, temblaba y estuvo a punto de desmayar. Seguramente tampoco entendía que con Alonso Lujambio tenían que llegar a la SEP los nuevos tiempos de opacidad…
A continuación, un adelanto del texto, contenido en el número 1693 de Proceso.
El sábado 4 de abril, cuando se oficializó su salida del gobierno como secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, pálida y con los labios resecos, atravesó las puertas del Salón Manuel Ávila Camacho. Mientras caminaba junto al presidente Felipe Calderón, pretendió esbozar ante las cámaras algo parecido a una sonrisa. Ella no quería irse, pero 24 horas antes el propio mandatario la había citado en Los Pinos para notificarle que sería postulada por el PAN como candidata a diputada federal.
Aunque una encuesta de la Presidencia de la República y otra publicada en Excélsior dos semanas antes ubicaban a Vázquez Mota con los más altos índices de popularidad, sólo por debajo del propio Felipe Calderón, aquella mañana el presidente haría acopio de recursos retóricos para despedirse de una muy cercana colaboradora que, al oírlo, tembló y estuvo a punto de desmayar.
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