Estos tiempos son propicios para villamelones.
Hablar como si uno supiera de lo que uno no sabe. La tentación, la oportunidad, está ahí. Es casi imposible evitarlo. Hay que llenar las páginas, las horas. No hay otro tema.
En medio de la avalancha de información de todas calidades que nos ha inundado esta semana de epidemia. Rescato un par de conversaciones con dos que sí saben y una crónica periodística:
¿Porqué sólo en México hemos paralizado al país? Le pregunto al doctor Juan Ramón de la Fuente: “Podemos decir que han sido (Estados Unidos, para el día que lo pregunté) más eficientes que nosotros; sí, han podido ir aislando uno a uno los casos y han podido ir diagnosticándolos e identificándolos positivamente uno a uno y han podido ir descartando o tratando casos casi con la misma rapidez con la que han ido diagnosticando.
—Hay un problema de desarrollo, entonces, un sistema de salud más eficiente, más grande, con más recursos…
—Yo creo que ahí estuvo parte de la clave, en eso que tú dices, en el laboratorio. Nosotros, desafortunadamente, que bueno que ya se corrigió, pero ésta es una de las críticas que yo haría en el sentido propositivo, porque no es momento de actitudes mezquinas. Y precisamente ayudando hay que decir: ¿por qué no estuvo listo nuestro laboratorio? ¿Por qué no pudimos hacer las pruebas? ¿Por qué no lo hicimos desde el principio, por qué? ¿Para qué sirve la ciencia?, pues sirve para esto, ¿no?
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