Recordar esta estrofa de una canción sudamericana de los sesenta, que decía “ ya se murió el angelito y no quisiera llorar, fue culpa del mal social que nos mata de a poquito”... viene a cuento con todo este problema de la influenza A H1N1.
Éste es uno de los extremos para tomar posición ante el fenómeno. Su riesgo es caer en el lugar común, políticamente correcto pero pasivo. Sin embargo, es evidente que los grandes laboratorios, como Roche que en 1999 lanzó el antigripal Tamiflu, hacen su agosto con las epidemias y más aun si éstas devienen en pandemias, como lo muestra sus ganancias de más de 260 % por 500 millones de dólares en un periodo relativamente corto. Junto a este hipernegocio no extraña que los lobbystas promuevan los intereses de laboratorios como Pharma en el Congreso gringo y hayan contribuido con 19 millones de dólares en las campañas de 99-2000.
A estos datos se pueden agregar montañas de cifras que muestran con toda contundencia cómo en este mundo capitalista funciona plenamente la “moral” descrita por Jean Ziegler, funcionario de NU, si un capitalista expresa compasión por sus competidores, éstos aprovecharán su debilidad y lo destrozarán.
Esa “ley”, equívocamente llamada de la “selva”, rige todo el funcionamiento de nuestra era. Su vigencia no se detiene ante una epidemia, al contrario, se fortalece.
No sobrará nunca, por lo tanto, reprochar la inmensa cantidad de lágrimas de cocodrilo derramadas ante la crisis que vivimos.
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