- Recuento trágico de una comedia de errores
- Comes y... pagas lo que quieras
Si no fuera por las terribles pérdidas que causó –la muerte del turismo, entre otras–, sería hoy un buen día para reír a todo pulmón. Hace seis semanas –17 de abril– el gobierno calderonista declaró por decreto una emergencia sanitaria porque la República era atacada por letal virus, nadie conocía su origen ni identidad. El decreto era obligatorio, se ejecutaba en todo el territorio nacional y paralizaba las oficinas de gobierno y las escuelas. La alerta fue magnificada para que los pobladores todos del planeta Tierra y sus alrededores se enteraran de lo bien que actuaba el gobierno mexicano en defensa de la humanidad. Un mes después, también por decreto calderoniano, se dio por terminada la fase crítica. La gente, estupefacta y dolida por las pérdidas, el susto y las molestias, se pregunta: ¿qué pasó aquí? Uno de los acelerados fue el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, que extremó la defensa ordenando el cierre de toda actividad pública que tuviera puertas. Nunca dijo Felipe Calderón que: 1) el virus ya andaba pululando desde septiembre del año pasado. 2) La Organización Panamericana de la Salud le había enviado una alerta el 11 de abril acerca de un extraño brote en La Gloria, Veracruz, que afectó a 591 personas.
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