El miércoles fue día clave en la guerra contra la influenza A H1N1. Nos dimos cuenta de que el virus no nos va a matar, pero tal vez no nos dejará vivir.
La Organización Mundial de la Salud nos hizo el favor de decretar ese día la fase 5 de alerta epidemiológica, una antes de la peor, caracterizada por el contagio de persona a persona, detectada al menos en dos países y en gran número de enfermos, aviso de que una pandemia incontrolable es inminente.
El presidente Felipe Calderón reapareció después de tres días de ausencia, y a las 11 de la noche encadenó radio y televisión para aconsejar que no saliéramos de casa, decisión que ya habíamos tomado por miedo y porque, sobre todo en el Distrito Federal, no hay dónde ir. Dio el pésame a parientes de fallecidos, felicitó a empleados de salud y agradeció a los chinos que nos mandan guantes y tapabocas.
Por la mañana reunió en Los Pinos a tres mexicanos médicos, ex secretarios de Salud y ex rectores de la UNAM. Estuvieron Guillermo Soberón, Jesús Kumate y Juan Ramón de la Fuente, además de José Ángel Córdova, actual secretario de Salud.
El doctor De la Fuente tiene la cualidad de pensar y decir bien lo que piensa. El secreto no está en el cuento sino en saber contarlo, dice mi admirado Gabriel. Aquí concurren los dos factores. Nos explicó después por radio lo que había dicho, sugerido y “respetuosamente” criticado durante la insólita cita.
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