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Tegucigalpa, 6 de julio. La condena a los golpistas hondureños ha sido unánime. Presidentes, organismos internacionales, medios de todas partes, han insistido en lo inadmisible del golpe de Estado, entre otras cosas porque significa un retroceso de décadas, la vuelta a un pasado que América Latina daba por enterrado, algo que huele a viejo. Tan viejo como el avión Electra, pieza de museo que la Fuerza Aérea de Honduras coloca en la pista del aeropuerto de Toncontín para evitar que a Manuel Zelaya se le ocurra tratar de aterrizar de nuevo en esta tierra. Hacia la Segunda Guerra Mundial, el bimotor ya había comenzado a entrar en desuso debido a su escasa capacidad de carga. Los golpistas hondureños le han encontrado una nueva utilidad.
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