Arnaldo CORDOVA
Si se hace un recuento de los debates que en los últimos meses han prevalecido en los medios de comunicación, independientemente de los temas a discusión (la libertad de expresión, los derechos de los ciudadanos frente a los partidos políticos y los políticos, la tan denostada "partidocracia"; la función
de las instituciones electorales tan deficientes que padecemos, la legislación tan exigua y llena de lagunas en tema de elecciones, que parece no servirle a nadie y menos satisfacer a ninguno; la indefensión de los ciudadanos frente a las determinaciones del poder político), pareciera que todo lo malo que ahora nos pasa se debe a la reforma electoral de 2007.
Siempre ha parecido que todo es casual, pues muy a menudo se olvida el verdadero asunto del debate. Los temas confluyen y los argumentos se multiplican. Pero cuando uno se pone a hacer el recuento, siempre aparece el mismo motivo de la disputa: la malísima reforma electoral de 2007 que, se dice, acabó reforzando el poder de los políticos corruptos y sus partidos, abolió la libertad de expresión de los ciudadanos y frustró su anhelada participación en la política.
Leer Nota AQUIde las instituciones electorales tan deficientes que padecemos, la legislación tan exigua y llena de lagunas en tema de elecciones, que parece no servirle a nadie y menos satisfacer a ninguno; la indefensión de los ciudadanos frente a las determinaciones del poder político), pareciera que todo lo malo que ahora nos pasa se debe a la reforma electoral de 2007.
Siempre ha parecido que todo es casual, pues muy a menudo se olvida el verdadero asunto del debate. Los temas confluyen y los argumentos se multiplican. Pero cuando uno se pone a hacer el recuento, siempre aparece el mismo motivo de la disputa: la malísima reforma electoral de 2007 que, se dice, acabó reforzando el poder de los políticos corruptos y sus partidos, abolió la libertad de expresión de los ciudadanos y frustró su anhelada participación en la política.