jorge carrasco araizaga
MEXICO, D.F., 18 de agosto (apro).- Oportunista y retórico ha sido el habitante de Los Pinos en esta nueva crisis de inseguridad que padece México.
La ejecución de Fernando Martí, hijo de un prominente empresario del ramo deportivo, ha venido a exponer la falta de respuesta al problema por parte del Estado mexicano, empezando por quien ostenta su jefatura.
Pero también ha venido a revisar la relación de Calderón con uno de sus principales electores: la cúpula empresarial.
Agobiada por la inseguridad que la alcanzó hace algunos años, pero que la desbordó en el gobierno de Vicente Fox –como desde mediados de los 90 le ha ocurrido al mexicano medio–, en 2004 el empresariado mexicano promovió una de las manifestaciones de inconformidad más grande que se ha registrado en el país por un problema social.
Apoyados por la derecha extrema del país, el reclamo de los empresarios a Fox fue directo. Pero éste fue incapaz de articular una propuesta de solución.
Calderón no sólo quiere eludir la experiencia foxista, sino evitar a toda costa la confrontación con quienes fueron sus grandes electores.
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