Gerardo Fernández Casanova
Descontento creciente. Gobernabilidad menguante
Dice la canción que, de las lunas, la de octubre es más hermosa y, en efecto así era hasta que el espurio decidió residir en ella. Se necesita estar en la luna para no comprender la magnitud de la crisis y su origen; hay que ser lunático para mantenerse sometido a las reglas de los organismos financieros internacionales, cuando ya demostraron su fracaso y ya no son exigibles. Es como el perro acostumbrado a estar atado que, cuando lo sueltan, continúa pegado a la argolla. Para mayor desatino, se necesita ser necio para dejar que se junten varios conflictos al mismo tiempo, peor aún, provocarlos; así está México envuelto en una maraña de conflictos cuya única fórmula de solución, desde la óptica de un selenita, es la represión. En enero de 2007, en este mismo espacio, escribí un artículo que titulé: “Ilegítimo, pero además estúpido”; hoy lo refrendo con creces. Entonces, a cuarenta y cinco días de haberse sentado en la silla presidencial, ya juntaba varios casos de errores que pudieran haber sido justificados por la falta de experiencia; hoy tales engendros se mantienen y se agravan con nuevos errores, adicionados de una crisis financiera mundial que desde entonces era previsible y advertida por no pocos analistas. Tuvo que esperar a que desde el FMI le dijeran qué hacer para anunciar sus tibias medidas de urgencia.
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