Mar de Historias
Cristina Pacheco
Cartas perdidas
Virgilio entra en Las Ninfas. Bajo la escasa luz y tras las rejas que protegen el mostrador de la miscelánea es difícil distinguir a Félix. El propietario del establecimiento lee el periódico en voz alta como si su difunta esposa aún pudiera escucharlo:
–“Con dos pesos de aumento en el salario mínimo, las familias mexicanas tendrán que afrontar la cascada en el alza de precios con que empieza el 2009. Según los expertos, este año será el más difícil de las últimas tres décadas” –Félix cierra el periódico–. He pasado en chinga más de la mitad de mi vida…
–Y yo la mía completita. Desde que tengo uso de razón lo único que he oído es que estamos en crisis –comenta Virgilio.
–No escuché cuando entraste –Félix se acerca al enrejado–. ¿Qué haces por aquí?
–Pasé y vine a saludarlo.
–Supe que andabas de Rey Mago.
–Usted lo ha dicho: andaba.
–¿A poco tan pronto se acabó la chamba? Todavía falta…
–No pude pagar el alquiler del disfraz y me chisparon –Virgilio da un puñetazo en el mostrador:
–Tenía que sucederme esto cuando tengo más gastos por lo mismo de que van a llegar los Reyes.
–Ya casi están aquí. ¿Qué harás?
–Ni idea. Por lo pronto, no me atreví a volver a la casa. No sé cómo decírselo a Milena.
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