jueves, 19 de febrero de 2009

Imágenes catastrofistas

Adolfo Sánchez Rebolledo

Al Presidente de la República le irrita que se hagan pronósticos catastrofistas en torno al futuro inmediato de México. Lo suyo, está visto, es el optimismo como fuerza que mueve montañas (literalmente). Si reconoce los problemas es para recargar la esperanza en el futuro luminoso que, según él, nos espera a la salida del túnel. Y, claro, como todo se acaba, incluida la recesión global, algún día acertará. Pero ése es un horóscopo, no el análisis objetivo que la sociedad reclama como sustento de una postura del gobierno menos grupuscular, más abierta a la crítica, y mejor dispuesta a aceptar propuestas sin importar su origen. Claro, si no se admite la gravedad de la crisis, no hay por dónde comenzar.
La Presidencia reclama unidad en todos los frentes, pero no se ve en él disposición a conciliar posturas; no hay esfuerzo político para destrabar problemas. Sobre la política de Estado prima la pelea en corto. Todo se deslava, pierde color y significados: las elecciones son un juego de simulaciones donde ninguno de los contendientes se muestra como es, pues no se teme tanto al premio o al castigo de los votos ciudadanos cuanto al reflejo imaginario de la competencia mediática, al efecto que las campañas puedan tener sobre las inercias conservadoras de los partidos.
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