OPINIÓN
Mucha es la carga simbólica, pero también mucha la sustancia, de la ceremonia de conformación de la dirigencia del Congreso del Trabajo (CT), ahora presidida por Joaquín Gamboa Pascoe, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), realizada ayer con la asistencia del titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, quien tomó la protesta correspondiente.
Éste, fiel a los rituales del viejo régimen político, pidió obediencia a los líderes del charrismo, advirtió de nuevos sacrificios para los trabajadores y formuló promesas tan inciertas como una rápida superación de la debacle económica. Gamboa, por su parte, ofrendó a su interlocutor la obsecuencia tradicional que los cetemistas brindaban a los presidentes tricolores, con un estilo arcaico en los conceptos y hasta en los elogios (valiente y viril) desplegados.
En contraste con las prebendas para quienes aceptan compartir complicidades con el poder, así sea al margen de la legalidad, el gobierno federal ha hostigado y perseguido a los gremios que no se han plegado a sus designios: baste mencionar, como botón de muestra, la campaña emprendida en contra de la dirigencia del sindicato minero que encabeza Napoleón Gómez Urrutia, en el marco de la cual el calderonismo ha empleado recursos legales y hasta meros trámites administrativos como instrumentos de golpeteo político en contra del líder minero, y ha desmentido, con ello, el supuesto compromiso con la autonomía sindical manifestado ayer.
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