Ana María Aragonés
El recién nombrado subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Carlos Rico, en su comparecencia ante comisiones en la Cámara de Diputados, señaló que "90 por ciento del tráfico de armas que llegan a México tiene que ver con una vieja tradición de migrantes que compran una o dos armas y así financian el viaje a sus lugares de origen" (El Universal, 5/3/09).
El subsecretario acusa a los migrantes, sin pruebas, de un asunto de suyo grave y delicado como es el tráfico de armas. Tráfico que involucra a bandas de delincuentes organizados de muy altos vuelos y de enorme peligrosidad. Sólo hay que ver los arsenales que se han decomisado y que por momentos dan la apariencia de que los delincuentes están mejor armados que el mismo Ejército Mexicano, con fusiles AK-47, granadas de fragmentación, ametralladoras, etcétera.
Lo que demuestran estas afirmaciones es un desconocimiento del fenómeno de la migración de trabajadores, así como de los alcances que la delincuencia organizada tiene en el país con sus redes criminales puestas en marcha para lograr la trayectoria que el tráfico de armas ha alcanzado en el país.
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